jueves, 19 de marzo de 2009

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Nuevas identidades infantiles y juveniles.
Juan José Ramirez

El concepto de niñez

Augusto Comte, considerado el padre de la sociología, formula la conocida ley de la historia de la humanidad. En esa formulación Comte expresa que la humanidad ha pasado sucesivamente por tres estadios: el religioso, el metafísico y el científico o positivo. En consonancia con la fórmula Comte sostiene que estos estadios son equivalentes a los momentos de la vida de un individuo: el momento de la niñez, el de la juventud y el de la adultez[1].
En los orígenes de la sociología, las etapas vitales en las que se configura la identidad de un sujeto, aún no eran consideradas categorías históricas o constructos susceptibles de revisión histórica.
Sólo con la aparición del historicismo moderno y con la influencia de múltiples escuelas de pensamiento es que el microanálisis sociológico puede comprender a las etapas de la vida humana con fases de la configuración histórica y social de la identidad de un sujeto humano[2].
La niñez (y también la juventud en tanto preludio de la vida adulta) ha sido observada durante mucho tiempo como un período de la vida que carece de importancia en sí mismo para el análisis social y antropológico.
Richard Rorty entiende que la diferencia entre adultos y niños es una forma de diferenciación entre humanos paradigmáticos y casos fronterizos[3]. Ser-niño es, de algún modo, no ser humano o, por lo menos, no ser un caso paradigmático de humano.
El período vital que precede a la vida adulta de un humano sido considerado una etapa de tránsito y vaivenes, un tiempo en el que el sujeto humano no se halla aún configurado; una especie de propedéutica para la vida del hombre.
El existencialismo ha contribuido a revertir esa forma de entender la vida que transcurre previa a la adultez; si se considera al hombre como un hacedor de sí mismo, se entenderá que la vida toda de un sujeto es en sí misma un tiempo de construcción, de decisiones provisorias y de cambio.
De esta forma los períodos vitales de mayores cambios y decisiones no pueden ser valorados como etapas de ensayo de un sujeto inmaduro e inacabado; por el contrario deben ser observados como momentos claves y fecundos (aunque no decisivos[4]) en la construcción de la propia identidad.

Niñez, juventud y cambio

Si se entiende que la niñez y la juventud (al igual que todo momento vital del sujeto humano) son categorías sociales históricas, resulta entonces que la niñez, la adolescencia y la juventud actuales no refieren a siempre mismas identidades.
“El lugar” de niños y jóvenes ha cambiado socialmente. Los niños no configuran la misma escena familiar que constituían hace veinte o treinta años; niños y jóvenes de hace treinta años atrás pueden corroborar con una mirada retrospectiva de su infancia y adolescencia que, ser-niño en la actualidad es algo muy distinto de lo que era ser-niño treinta años antes. Ha cambiado el mundo y “las transformaciones materiales y simbólicas vividas por nuestra sociedad también impactaron en los modos de comprender la misma niñez” [5].
Minzi & Dotro entienden que las “transformaciones de la niñez pueden comprenderse como parte de los fuertes cambios políticos, económicos, sociales y de visiones del mundo”[6].
En un mundo signado política, social y económicamente por el capitalismo liberal, la idea de mercado como el conjunto de ofertas de consumo de productos materiales y simbólicos puede contribuir a la comprensión de la infancia actual.
Una puerta de acceso al conjunto de ofertas materiales y simbólicas para la niñez y la juventud actual es la televisión.
Neil Postman señala que “la televisión está diseñada para captar los intereses de grandes audiencias para que las cadenas televisivas puedan vender esas audiencias a las empresas anunciantes”[7]. Si observamos el comportamiento de la oferta televisiva destinada a la niñez en nuestro país en los últimos años se podrá observar la diferenciación entre aquel niño de los años 70 y 80 y el niño de la actualidad.
Los medios y la cultura de la niñez

La oferta televisiva para la niñez en los años 70 y 80 era escasa. Estaba restringida a un porcentaje muy pequeño de la programación y generalmente se limitaba a dibujos animados o a algún tipo de programación que directa o indirectamente estaba circunscripta dentro del formato y la idea que popularizó Walt Disney.
La oferta televisa actual acrecentada por el auge del “cable” tiene a la niñez como espectador privilegiado. Existen señales televisivas que transmiten su mensaje al público infantil las veinticuatro horas del día.
Pero sin lugar a dudas uno de los fenómenos que ha cambiado significativamente el escenario del vínculo entre el niño y la televisión son las pautas publicitarias comerciales dedicadas al segmento de la población con menos de trece años de edad.
En la década del 70 y del 80 los comerciales televisivos tenían como destinatarios adultos mayores, quizás jóvenes adolescentes; pero, muy difícilmente estuvieran dirigidos a niños. En la actualidad las pautas publicitarias destinadas al consumo de los niños ocupan un sector importante de los anuncios comerciales de las cadenas televisivas.
Lo anterior adquiere importancia significativa cuando se tiene en consideración que el niño accede a la televisión no ya bajo supervisión de un adulto como lo hacía años atrás sino en forma absolutamente independiente. La televisión no constituye un artefacto destinado al esparcimiento; ella ha entrado no sólo en nuestros comedores, sino también en nuestros dormitorios y, en muchos casos en los dormitorios de nuestros niños.
La televisión actual “ofrece” a nuestros niños todo tipo de productos. Y no se trata de una oferta destinada a padres reflexivos en busca de adquirir productos para mejorar la calidad de vida de sus hijos; se trata de una oferta diseñada para los niños como consumidores independientes.
Niños y jóvenes tienen en la actualidad una relación con el mercado y con la tecnología, particular y distinta de la que tenían hace tiempo.
Los niños y los jóvenes constituyen la franja etaria que mejor parece entenderse con las nuevas tecnologías. Celulares y computadoras parecen constituir parte esencial de un universo casi extraño al mundo adulto y más que familiar a niños y jóvenes.
¿Cómo alcanza la escuela la realidad de estos “nuevos niños y jóvenes”?


¿Una escuela nueva o una escuela para niños nuevos?

La institución escolar más allá de los vaivenes y las variantes que ha recibido en su formato, constituye una entidad que conserva su estructura moderna. La escuela actual, en esencia es la escuela de la modernidad.
Existe un desfasaje entre la institución escolar moderna y los nuevos actores sociales a los que ella debe atender.
El interrogante es: ¿Qué forma puede tomar la institución escolar en su proceder para abordar a los nuevos sujetos de la educación?
Un hecho que parece innegable es que las instituciones escolares no pueden desconocer “el nuevo sujeto de la educación”.
La escuela, tanto en sus niveles inferiores como en sus niveles más altos del sistema obligatorio, debe atender a la realidad concreta de sus niños y jóvenes.
Una escuela impermeable a la realidad actual de niños y jóvenes corre el riesgo de convertirse en una institución abandonada de sentido. Puede la escuela mantener las metodologías y los procedimientos originales; sin embargo, ese mantenimiento dejaría abandonada sus funciones esenciales.
Lo más seguro es que necesitemos re-prensar una nueva institución escolar en la que se de cabida a una niñez y una juventud real; en esa institución utilizaremos procedimientos y metodologías que aún nos son extrañas.
La forma que debe adoptar la escuela en su proceder no puede ser fruto de decisiones arbitrarias o unilaterales; se asemeja más al producto de un conjunto de negociaciones entre la cultura escolar antigua y una cultura escolar por venir.
En esa escuela por venir, niños y jóvenes deben encontrar espacios de participación que recojan, no lineamientos prescriptos por docentes y otras autoridades, sino la posibilidad de realizar sus propias culturas en el marco de una critica reflexiva y ventajosa para la vida de futuras generaciones.
Nuestro peor error sería caer en la nostalgia de aquellos que al mirarse afirman: “Te acordas hermano que tiempos aquellos….”


Bibliografía
· Minzi, Viviana & Dotro, Valeria: Los niños de “hoy” no son como los de “antes”. s/d.
· Postman, Neil: Televisión y niñez. ¿Desaparición de la infancia? s/d
· Comte, Augusto: Discurso sobre el espíritu positivista.
· Lista, Carlos: Paradigmas de análisis sociológico. Advocatus. Córdoba. 2000. Véase además: Ritzer, George: Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill. Madrid. 1999.
Rorty, Richard: Verdad y progreso. Escritos filosóficos 3. Paidos. Barcelona 2000.
[1] Cfr: Comte, Augusto: Discurso sobre el espíritu positivista.
[2] Cfr: Lista, Carlos: Paradigmas de análisis sociológico. Advocatus. Córdoba. 2000. Véase además: Ritzer, George: Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill. Madrid. 1999.
[3] Cfr: Rorty, Richard: Verdad y progreso. Escritos filosóficos 3. Paidos. Barcelona 2000.
[4] El hecho de que la niñez o la juventud no puedan ser considerados decisivos en la construcción de la identidad del sujeto humano no constituye una desvalorización de estos períodos en relación con algún otro período vital del ser humano; la consideración de esta etapa vital como no decisiva cuenta también para toda otra etapa vital del ser humano y esto en virtud de que ninguna etapa vital es decisiva si se considera que el sujeto humano es un continuo de decisiones que siempre y en todo caso pueden ser redireccionadas por nuevas decisiones.
[5] Minzi, Viviana & Dotro, Valeria: Los niños de “hoy” no son como los de “antes”. s/d.
[6] Ibídem.
[7] Postman, Neil: Televisión y niñez. ¿Desaparición de la infancia? s/d

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Ideas y pensamientos

  • aaah: que esto se convierta en red, sin propietarios. Por eso amigos de Google, MSN, Facebook, estamos a un paso del sueño de Marx. Solo falta que renuncien a la propiedad del aire.
  • ah la petulancia de Nietzsche, abusando de su enfermedad para ser inmune
  • AH. LA PETULANCIA DE SOCRATES CUANDO DIJO "SOLO SE QUE NO SE NADA".:LO CORRECTO ES EL ENUNCIADO "EL QUE NO SABE NO LO SABE". SOCRATES ANTICIPÓ A DESCARTES COMETIENDO EL MISMO ERROR, LA MISMA MODESTIA INTELECTUAL, QUE LUEGO DIJO "NO DUDO QUE DUDO". PUEDO DECIR "SOLO DIGO QUE NO HABLO". POR ESO ESTAS JUGADAS DEL LENGUAJE SON MUY LEJANAS Y CONFUNDEN. SOCRATES SABIA Y NO ERA UN SABIO. NO SE PUEDE ESTAR TAN SEGURO DE QUE NO SE SABE, DE QUE SE DUDA, DE QUE SE EMPLEA EL LENGUAJE.
  • basta de mirar las ilusiones
  • cuando mas se persigue algo mas se depende
  • LA TRAGEDIA INVOLUCRA AL AUTOR
  • LA VERDAD NO ES UNA PERO DEBE SER ALGO
  • solo se ama a los hijos como se debe amar a una mujer
  • un sueño suele costar la vida

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