miércoles, 12 de abril de 2017

lo sublime y lo bello. lo medible y lo inmedible

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richard Rorty , filosofo estadounidense posmoderno y neopragmatista, desde un comienzo advierte las dos formas de filosofia posibles. Una que busca algo más allá de la vinculacion humana. otra que busca mejorar la vinculacion humana, expandiendola, a traves de la conversación, aunque esta no sea para buscar una correspondencia, un conocimiento, una objetividad

es imposible dejar de pensar que la comunicación y la imperfecta democracia interesan a rorty como fenomeno politico desde la filosofia, aunque admite que algunas veces cambian los lenguajes, como si aparecieran nuevas formas de argumentar que desconociamos. al principio creemos que estas nuevas formas de argumentar nos conduciran a la conquista de la realidad, pero solo se trata de la impresion inicial.

en algun momento rorty se introduce en la dicotomia entre lo sublime y lo bello. por supuesto que lo bello le parece más democrático y menos poético o menos mistico. sin embargo rescata el valor de la metafora para renovar nuestro interes por lo comunitario y lo real


rorty se pregunta a sí mismo si
los encuentros libres y abiertos, y el tipo de comunidad -científica- que permite y
estimula estos encuentros, van en pos de la verdad y la bondad, o
 «la búsqueda de la verdad y la bondad» es simplemente la búsqueda
de ese tipo de comunidad. El tipo de comunidad ilustrado por
los grupos de investigadores científicos y por las instituciones políticas
democráticas, ¿es un medio para un fin, o es la formación de
estas comunidades el único fin que necesitamos?
CIENCIA COMO SOLIDARIDAD 67

la respuesta filosofica se acerca a la segunda opcion. necesitamos comunidades que acuerden de modo difuso, sin obligaciones de ningun tipo. la comunidad cientifica, muy especialmente la comunidad de cientificos naturales, que, a pesar de la dureza de sus metodologias y sus rígidos procedimientos de observación, trata de lograr acuerdos a pesar de los diferentes intereses en pugna que rodean sus busquedas cientificas.

por esta razón el cientifico social debe enfrentarse a algo más dificil, que es el de realizar juicios de valor, muchas veces provenientes de preludios filosóficos, como el capitalismo, el bien, el mal, el pecado, la perversión. Si toma partido por hacer descripción sin valorar se convierte en cientifico cuasi natural, pero si prefiere estudiar fines, estilos y valores las coincidencias a las que hay que llegar son de tipo filosoficas y politicas. Esto hace la tarea social mucho más complicada.

Ellos exigen proposiciones hipotéticas cuya conclusión se ha formulada en términos susceptibles de figurar en recomendaciones que tienen como resorte la presión moral. En presencia de previsiones formuladas en la jerga estéril de las ciencias sociales "cuantificadas": ("maximizar la satisfacción", "acrecentar el conflicto", etc.),
ciencia sin metodo 

para Rorty se trata de una falsa dicotomia.La "explicación" es una manera de comprender a la cual se intenta acceder cuando se desea anticipar, vigilar prever o controlar y obtener seguridad. 
hay temas en los que interesa controlar. pero hay temas en los que no interesa y que podriamos mejor, comprender las razones de los fines de las actividades de dos pescadores que se reunen a la mañana, antes de trabajar para tirar sus líneas y mirar el mar.

Esto ultimo se acerca a lo sublime, lo cual no puede medirse ni controlarse, pero es bueno que nos entreguemos a pensar en la amistad, porque poco sirve controlarlos. no estamos frente a una relacion sino a un encuentro pleno y absoluto cuya dimension no es medible, porque no nos proponemos eso.Lo absoluto es impresentable, sin presencia. El diferendo no implica la incomprensión de una parte con respecto a la otra. Exige, en cambio, comprensión del idioma del otro. "Aunque no se puede satisfacer esta demanda con los medios de su propio idioma". (: Lyotard187) 

"El bien (moral) intelectual, en sí mismo final, considerado estéticamente, no debe ser representado como bello sino como sublime". (: 192) Lyotard desarrolla el tema kantiano de lo bello como símbolo del bien. Parece haber una mera disyunción entre la ética y la estética. Se trata de dos facultades del espíritu que son heterogéneas




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Ejemplos:

Libros
BATAILLE, George (1970). Breve Historia del Erotismo. Montevideo: Caldén.
Sección de libros
MARTÍN BARBERO, Jesús (1999). “Los descentramientos del arte y la comunicación”, en: La Pantalla Delirante: Los Nuevos Escenarios de la Comunicación en Chile. Arcis-Lom Ediciones.

Artículos en revistas
RORTY, Richard (2002). “El descenso de la verdad redentora y el surgimiento de la cultura literaria”. En revista Ciencias de Gobierno, (011), 103–123.

BALCARCE, Gabriela (2010). “Algo en común: reflexiones en torno al cum de la comunidad”. En Hermeneutic; No 9 (2010): Bicentenario. Disponible en: http://publicaciones.unpa.edu.ar/index.php/1/article/view/16

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miércoles, 1 de marzo de 2017

lo que dijo el NY Times

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Richard Rorty’s 1998 Book Suggested Election 2016 Was Coming




Three days after the presidential election, an astute law professor tweeted a picture of three paragraphs, very slightly condensed, from Richard Rorty’s “Achieving Our Country,” published in 1998. It was retweeted thousands of times, generating a run on the book — its ranking soared on Amazon and by day’s end it was no longer available. (Harvard University Press is reprinting the book for the first time since 2010, a spokeswoman for the publisher said.)
It’s worth rereading those tweeted paragraphs:
[M]embers of labor unions, and unorganized unskilled workers, will sooner or later realize that their government is not even trying to prevent wages from sinking or to prevent jobs from being exported. Around the same time, they will realize that suburban white-collar workers — themselves desperately afraid of being downsized — are not going to let themselves be taxed to provide social benefits for anyone else.
At that point, something will crack. The nonsuburban electorate will decide that the system has failed and start looking around for a strongman to vote for — someone willing to assure them that, once he is elected, the smug bureaucrats, tricky lawyers, overpaid bond salesmen, and postmodernist professors will no longer be calling the shots. …
One thing that is very likely to happen is that the gains made in the past 40 years by black and brown Americans, and by homosexuals, will be wiped out. Jocular contempt for women will come back into fashion. … All the resentment which badly educated Americans feel about having their manners dictated to them by college graduates will find an outlet.
Mr. Rorty, an American pragmatist philosopher, died in 2007. Were he still alive, he’d likely be deluged with phone calls from strangers, begging him to pick their stocks.
When “Achieving Our Country” came out, it received a mixed critical reception. Writing for this newspaper, the critic Christopher Lehmann-Haupt called the book “philosophically rigorous” but took umbrage at Mr. Rorty’s warnings about the country’s vulnerability to the charms of a strongman, calling this prophesy “a form of intellectual bullying.”
Donald J. Trump enthusiasts might dispute the word strongman. But the essence of Mr. Rorty’s argument holds up surprisingly well. Where others saw positive trends — say, a full-throated dawn chorus praising the nation’s diversity — Mr. Rorty saw dead canaries in a coal mine.
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His basic contention is that the left once upon a time believed that our country, for all its flaws, was both perfectible and worth perfecting. Hope was part of its core philosophy. But during the 1960s, shame — over Vietnam, over the serial humiliation of African-Americans — transformed a good portion of the left, at least the academic left, into a disaffected gang of spectators, rather than agitators for change. A formalized despair became its philosophy. The system was beyond reform. The best one could do was focus on its victims.
The result was disastrous. The alliance between the unions and intellectuals, so vital to passing legislation in the Progressive Era, broke down. In universities, cultural and identity politics replaced the politics of change and economic justice. By 1997, when Mr. Rorty gave three lectures that make up the spine of “Achieving Our Country,” few of his academic colleagues, he insisted, were talking about reducing poverty at all.
“Nobody is setting up a program in unemployed studies, homeless studies, or trailer-park studies,” he wrote, “because the unemployed, the homeless, and the residents of trailer parks are not ‘other’ in the relevant sense.”
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The author Richard Rorty in 2004.CreditHasan Sarbakhshian/Associated Press
Does this overlooked category sound familiar?
Mr. Rorty did not deny that identity politics reduced the suffering of minorities. But it just so happened that at the very moment “socially accepted sadism” — good phrase, that — was diminishing, economic instability and inequality were increasing, thanks to globalization.
“This world economy will soon be owned by a cosmopolitan upper class which has no more sense of community with any workers anywhere than the great American capitalists of the year 1900.”
Again: Ring any bells?
This group included intellectuals, by the way, who, he wrote, are “ourselves quite well insulated, at least in the short run, from the effects of globalization.”
Which left the white working-class guy and gal up for grabs — open to right-wing populists, maybe even strongmen. In Mr. Rorty’s view, no one within academia was thinking creatively about how to relieve white working-class anxiety. This was a problem. “Outside the academy,” he wrote, “Americans still want to feel patriotic. They still want to feel part of a nation which can take control of its destiny and make itself a better place.”
Sounds an awful lot like Make America Great Again.
At the time, Mr. Rorty was staring at a slightly different political landscape. But it wasn’t that different, ultimately. Today’s just has more mature trees.
In “Achieving Our Country,” he wrote about the perils of the North American Free Trade Agreement; today, he’d probably have cautioned against the Trans-Pacific Partnership. In “Achieving Our Country,” Mr. Rorty railed against the “scurrilous demagogue” Pat Buchanan, who in 1991 talked about building a fence at the Mexican border; today Mr. Rorty would have railed against Mr. Trump and his proposed wall.
“Why could not the left,” he asked, “channel the mounting rage of the newly dispossessed?”
Is his analysis a bit oversimple? Yes. Even within universities, there have always been optimistic champions of America, those who ever-passionately believe in the moral arc bending toward justice and work ever-diligently on formulating concrete, actionable policies that would make the country more just.
By focusing only on his own environment, academia, Mr. Rorty’s arguments also seem strangely parochial. During the 1960s, the academic left may have started to turn its back on poverty, but actual politicians on the left were still thinking a great deal about it: Robert F. Kennedy was visiting poor white families in Appalachia; Lyndon B. Johnson was building the Great Society.
Right through the ’90s and into the 2000s, we had left-of-center politicians singing the praises of hope, rather than the hopelessness that Mr. Rorty decries. Bill Clinton explicitly campaigned as the “man from Hope,” and Barack Obama would later campaign on a platform of “hope” and “change.” In passing health care reform, Mr. Obama genuinely did something for the immiserated underclass, and both men, in their ways, rejected identity politics. (Remember Mr. Clinton dressing down Sister Souljah? Or Mr. Obama declaring on MTV that “brothers should pull up their pants”?)
But it wasn’t enough, obviously. “Under Presidents Carter and Clinton,” Mr. Rorty wrote, “the Democratic Party has survived by distancing itself from the unions and from any mention of redistribution.” Mr. Clinton was particularly guilty of this charge, passing Nafta, appointing Robert Rubin as his Treasury secretary and enthusiastically embracing financial deregulation. Mr. Obama pushed the Trans-Pacific Partnership. And he was one of those fancy elites.
Which brings us to Hillary Clinton. She may have had a plan to relieve the misery of the working class, but she didn’t speak about it much. (Bernie Sanders did. And lost.) She was in favor of the Partnership until she was against it. In a paid speech to a Brazilian bank, she spoke of a “hemispheric common market” for energy. And though her slogan was “Stronger Together,” her campaign was ultimately predicated on celebrating difference, in the hope that disparate voting blocs would come out and vote for her.
Here, Mr. Rorty’s most inflammatory words are most relevant, and also most uncomfortable: “The cultural Left has a vision of an America in which the white patriarchs have stopped voting and have left all the voting to be done by members of previously victimized groups.” Mrs. Clinton tried this strategy. It didn’t win her the Electoral College. “This Left wants to preserve otherness rather than ignore it,” he also wrote. That didn’t work either.
People are furiously arguing about what played a key role in this election — whether it was white working-class despair, a racist backlash or terror about the pace of cultural change. It seems reasonable to think that all three played a part.
What’s so striking about “Achieving Our Country” is that it blends these theories into a common argument: The left, both cultural and political, eventually abandoned economic justice in favor of identity politics, leaving too many people feeling freaked out or ignored.
“It is as if the American Left could not handle more than one initiative at a time,” Mr. Rorty wrote. “As if it either had to ignore stigma in order to concentrate on money, or vice versa.”
You may quarrel with his argument; you may say that he was projecting onto the larger world what was happening within his own cloistered, ivied walls. But Mr. Trump is now our president-elect.
Achieving Our Country
Leftist Thought in Twentieth-Century America
By Richard Rorty

martes, 28 de febrero de 2017

LAS RAZONES DE TRUMP, la ética de Trump

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RICHARD RORTY LO ADVIRTIÓ

Consideremos como ejemplo final la dura situación creada por la exportación acelerada de empleos del primer al tercer mundo. Es probable que esto produzca un continuo descenso de la media de renta real de la mayoría de las familias estadounidenses. Buena parte de ese descenso puede ser atribuido al hecho de que es posible contratar a un trabajador industrial en Tailandia por la décima parte de lo que habría que pagar en Ohio. Se ha convertido en un lugar común entre los ricos afirmar que el trabajo asalariado en Europa y Estados Unidos está  sobrevalorado en términos del mercado global. Cuando a ciertos hombres de negocios estadounidenses se les dice que están siendo desleales a los Estados Unidos dejando ciudades enteras sin trabajo y sin esperanza, a veces suelen replicar que ellos ponen la justicia por encima de la lealtad.1 Las necesidades de la humanidad como conjunto tienen prelación moral sobre las de los compatriotas y se imponen a las lealtades nacionales. La justicia exige que actúen como ciudadanos del mundo.

LA moral de la lealtad sobre la moral universal de tipo kantiana.

justicia como moral ampliada

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Ideas y pensamientos

  • aaah: que esto se convierta en red, sin propietarios. Por eso amigos de Google, MSN, Facebook, estamos a un paso del sueño de Marx. Solo falta que renuncien a la propiedad del aire.
  • ah la petulancia de Nietzsche, abusando de su enfermedad para ser inmune
  • AH. LA PETULANCIA DE SOCRATES CUANDO DIJO "SOLO SE QUE NO SE NADA".:LO CORRECTO ES EL ENUNCIADO "EL QUE NO SABE NO LO SABE". SOCRATES ANTICIPÓ A DESCARTES COMETIENDO EL MISMO ERROR, LA MISMA MODESTIA INTELECTUAL, QUE LUEGO DIJO "NO DUDO QUE DUDO". PUEDO DECIR "SOLO DIGO QUE NO HABLO". POR ESO ESTAS JUGADAS DEL LENGUAJE SON MUY LEJANAS Y CONFUNDEN. SOCRATES SABIA Y NO ERA UN SABIO. NO SE PUEDE ESTAR TAN SEGURO DE QUE NO SE SABE, DE QUE SE DUDA, DE QUE SE EMPLEA EL LENGUAJE.
  • basta de mirar las ilusiones
  • cuando mas se persigue algo mas se depende
  • LA TRAGEDIA INVOLUCRA AL AUTOR
  • LA VERDAD NO ES UNA PERO DEBE SER ALGO
  • solo se ama a los hijos como se debe amar a una mujer
  • un sueño suele costar la vida

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