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Si bien la palabra comunidad suena a algo similar a música celestial, y parece que todos nosotros aspiramos a ella, cuando mejor funciona es al someterla a la abstracción, cuando, al contrario que en la sociología, su significado representa una entidad inasible, un concepto filosófico del más alto rango. La comunidad emerge entonces, no como esa palabra mágica, sino como negatividad, o negación. Es en respuesta a los horrores en nombre de la comunidad durante el siglo pasado (diferentes formas de fascismo) que la retahíla de pensadores “pensando” la comunidad sale al paso: a saber, “la comunidad inoperativa” de (Jean-Luc) Nancy, “la comunidad que viene” de (Giorgio) Agamben, “la comunidad inconfesable” de (Maurice) Blanchot y hasta la “comunidad negativa” de (Georges) Bataille, que sería la comunidad de aquellos sin comunidad. Esta negatividad de la comunidad la situaría en línea con la utopía: en ella, la comunidad deja de ser una entidad para devenir una aspiración que pertenece el ámbito del deseo o, lo que es lo mismo, la comunidad como una promesa diferida donde lo que importa no es tanto el cumplimiento o consecución del objetivo (o finalidad) sino la persecución misma (pursuit), esa cosa ausente que nos mantiene en movimiento, a la búsqueda indefinida. La comunidad comparte entonces rasgos con el pensamiento utópico. El efecto de este deseo de comunidad (desire for community) (esta aspiración a vivir juntos) es el surgimiento de comunidades de deseo (communities of desire). Comunidad y utopía son entonces sinónimos que funcionan bajo la lógica de la satisfacción/insatisfacción del deseo (wish); se sabe que el cumplimiento del mismo conduce inmediatamente a una nueva insatisfacción, del mismo modo que la lógica de la fantasía colectiva o grupal es siempre alegórica.
Publicado por Peio Aguirre
Si bien la palabra comunidad suena a algo similar a música celestial, y parece que todos nosotros aspiramos a ella, cuando mejor funciona es al someterla a la abstracción, cuando, al contrario que en la sociología, su significado representa una entidad inasible, un concepto filosófico del más alto rango. La comunidad emerge entonces, no como esa palabra mágica, sino como negatividad, o negación. Es en respuesta a los horrores en nombre de la comunidad durante el siglo pasado (diferentes formas de fascismo) que la retahíla de pensadores “pensando” la comunidad sale al paso: a saber, “la comunidad inoperativa” de (Jean-Luc) Nancy, “la comunidad que viene” de (Giorgio) Agamben, “la comunidad inconfesable” de (Maurice) Blanchot y hasta la “comunidad negativa” de (Georges) Bataille, que sería la comunidad de aquellos sin comunidad. Esta negatividad de la comunidad la situaría en línea con la utopía: en ella, la comunidad deja de ser una entidad para devenir una aspiración que pertenece el ámbito del deseo o, lo que es lo mismo, la comunidad como una promesa diferida donde lo que importa no es tanto el cumplimiento o consecución del objetivo (o finalidad) sino la persecución misma (pursuit), esa cosa ausente que nos mantiene en movimiento, a la búsqueda indefinida. La comunidad comparte entonces rasgos con el pensamiento utópico. El efecto de este deseo de comunidad (desire for community) (esta aspiración a vivir juntos) es el surgimiento de comunidades de deseo (communities of desire). Comunidad y utopía son entonces sinónimos que funcionan bajo la lógica de la satisfacción/insatisfacción del deseo (wish); se sabe que el cumplimiento del mismo conduce inmediatamente a una nueva insatisfacción, del mismo modo que la lógica de la fantasía colectiva o grupal es siempre alegórica.
Publicado por Peio Aguirre