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Por Diego Tatián
¿Todos los muertos son de todos? La afirmación busca establecer la única condición posible para una “reconciliación” –o al menos para una transformación de la memoria en historia–, sólo que es la cifra misma de su imposibilidad. Los muertos, por ahora, no son ni pueden ser de todos. Dueño de la vida de quienes asesinó, la aspiración de Massera a serlo también de sus muertes se derrumba en sí misma, aunque haya ocultado sus cuerpos y les haya escamoteado sus identidades, pues la muerte –y sólo de ella podemos decir esto con certeza– está siempre más allá de todo poder humano. Los muertos no son de todos. Ese cementerio inapropiable, real y simbólico a la vez, es lo que funda una memoria. Por ello –tal vez podamos establecer aquí una segunda distinción provisoria–, a diferencia del recuerdo que es siempre individual, psicológico e intransferible (puedo recordar un episodio de mi infancia, un sabor, un rostro, un dolor físico), la memoria es colectiva, política y transmisible (estar inscripto en una memoria significa volverse portador de un daño que de un modo u otro persiste aún, y de significados específicos nacidos de él). Una experiencia y un recuerdo están en el origen de la memoria pero son sobrevividos por ella. De manera que, incluso cuando ya no queda nadie para recordar, aún persiste la memoria. Hasta que deja de hacerlo y entonces lo que era una memoria se transforma en historia, momento a partir del cual los muertos ya no son de nadie.
* Fragmento del ensayo “Experiencia, subjetividad y memoria”, perteneciente al libro de Diego Tatián Lo impropio (Excursiones, 2012). La presentación del mismo tendrá lugar el día viernes 30 de noviembre a las 19:30 horas en la Casa de la Lectura (Lavalleja 924, Villa Crespo, Ciudad de Buenos Aires).
Por Diego Tatián
¿Todos los muertos son de todos? La afirmación busca establecer la única condición posible para una “reconciliación” –o al menos para una transformación de la memoria en historia–, sólo que es la cifra misma de su imposibilidad. Los muertos, por ahora, no son ni pueden ser de todos. Dueño de la vida de quienes asesinó, la aspiración de Massera a serlo también de sus muertes se derrumba en sí misma, aunque haya ocultado sus cuerpos y les haya escamoteado sus identidades, pues la muerte –y sólo de ella podemos decir esto con certeza– está siempre más allá de todo poder humano. Los muertos no son de todos. Ese cementerio inapropiable, real y simbólico a la vez, es lo que funda una memoria. Por ello –tal vez podamos establecer aquí una segunda distinción provisoria–, a diferencia del recuerdo que es siempre individual, psicológico e intransferible (puedo recordar un episodio de mi infancia, un sabor, un rostro, un dolor físico), la memoria es colectiva, política y transmisible (estar inscripto en una memoria significa volverse portador de un daño que de un modo u otro persiste aún, y de significados específicos nacidos de él). Una experiencia y un recuerdo están en el origen de la memoria pero son sobrevividos por ella. De manera que, incluso cuando ya no queda nadie para recordar, aún persiste la memoria. Hasta que deja de hacerlo y entonces lo que era una memoria se transforma en historia, momento a partir del cual los muertos ya no son de nadie.
* Fragmento del ensayo “Experiencia, subjetividad y memoria”, perteneciente al libro de Diego Tatián Lo impropio (Excursiones, 2012). La presentación del mismo tendrá lugar el día viernes 30 de noviembre a las 19:30 horas en la Casa de la Lectura (Lavalleja 924, Villa Crespo, Ciudad de Buenos Aires).