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Hay en Jorge Luis
Borges una presunción psicoanalítica. El personaje “Borges” influye en Borges,
si seguimos la estrategia multiculturalista. Involucramos –cuando hablamos de
autor socorrido- su obra con su imaginación, proveniente de su condición de
lector agradecido de la literatura. Será difícil que confundamos su biografía y su escritura, admitiendo con razonable certeza que su vida
ha sido tan solo su obra. La vida privada de Borges parece confinarse a la de
ser un escritor que no ha pasado por aventuras o compromisos reales, ni
desafiado ninguna convención. En la ficción
se transforma a sí mismo en
héroe, en villano infame, comprometido con el personaje y mientras que a su
vecindario de Buenos Aires lo hace el
escenario de la literatura. La literatura llega más lejos que la propia
experiencia. El arte se vuelve una
ontología, una organización de la realidad emparentada al giro lingüístico –un
giro ficcional-. Las vidas de los hombres no son sus experiencias sino sus
facultades para narrar las experiencias de su “yo ideal”. La
estrategia se desarrolla con claridad en el cuento “El Sur”, de la colección Ficciones. Dos sangres se disputan el
patrimonio cultural de Juan Dahlmann, quien ya en el nombre criollo y el
apellido extranjero muestra un encuentro
cultural: "en la discordia de sus dos linajes, Juan Dahlmann (tal
vez a impulso de la sangre germánica) eligió el de ese antepasado romántico, o
de muerte romántica". Ambas culturas colaboran en el desarrollo de una
decisión. Su abuelo argentino fue un militar nacionalista que tuvo una muerte
romántica y el romanticismo tiene un origen alemán, como su abuelo paterno.
Aunque parezca que en Dahlmann hay una lucha entre dos linajes, en realidad se
complementan, pues fue a instancias de la sangre germánica que él escogió el
linaje criollo, aquel que Borges querrá recuperar en su literatura.