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A punto de cortar. Una tijera propone que veremos cavidades con cuajada, con mermelada. Redonceces pretoriales, geometrías en una campamental corsaria de aurea poligonal. Vuelan sobre los pelos aves. Campaña de la ciudad para ruedas sobrepujantes. La rueda deleita, pero esa oportuna “de lecheidad” cambia de círculos. Porque los panes deleitan entre sí. Todo tiende a circular, hasta el viento.
La tijera mordiente cortará el sostén agraviante, apretujante. Mientras esperamos pensamos si una punta podría pinchar el pecho, y las gotas de sangre, jugosas como ambrosía, serían un cortejo. Son pechos de mujer. La mujer nos alimenta imaginariamente. La identificación es primaria. Solo una mujer es ambigua como para mostrar la feroz cuchilla capaz de cortar el nudo, capaz de quitarle la vida al deseo, capaz de darle vida. El deseo es solo eso, hacernos volver al pecho violentamente y quedarnos quietos después.
El imaginario se endurece como un limón reventón. Ella lo toma y beberá algo agrio, al parecer, como con esfuerzo, como con feliz náusea. El fruto no gusta, al igual que el limón. Tiene aspereza ácida su extracto. Lo primordial se retuerce en su liberación, no su alimentación. Alguien se atreve a sacar el jugo del limón y las palabras se caen y aflojan. El mundo se va, el portador del néctar desvanece.
Ah, qué libertad posterior y cuánto fluir. Pero la tijera no ha cortado aún el sostén. La fotografía es la misma. Solo una fantasía ha provocado mis piernas débiles, una fantasía ha aflojado mi deseo. Ella se libera, ella se libera en el deseo. Qué estupendo sortilegio haberse imaginado tanto, si el filo no es más que un gran estímulo fijo, de papel.
No se ha desparramado nada, ni los paralelos y mortales asfódelos, ni el limón ha derramado el prometido jugo. Ni ruedan las ruedas
Yo sigo en mi ordenador, abatido, engañado, viendo cómo el viento libera los pelos del mundo. Las fotos admirables no engañan. Me he engañado yo con las fotos. El engañado puede ser libre, el que no se permite engañar se engaña con la mayor realidad. El pelo suelto de la mujer está libre. Ella sufrió del engaño, está libre de él.
Libre de lo imaginado me apretujo concavidades de máquinas de emulsión. Ahora el filo se disipa en pelo hacia caprichos frontales de armas nobiliarias. Sueños de cebada fue la melena castaña flotando de la empujada liberante. Se fue la melena de los sueños con la gota de limón enblaquecida en su frente.