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Palabras, palabras, palabras...
El discurso pedagógico reformista es, para muchos, "palabra santa" que escapa a toda crítica y cuestionamiento. Se ha hecho un verdadero uso y abuso de todo un entramado de palabras que constituyen la esencia misma de la reforma, las cuales han pasado por un proceso de sacralización, por lo cual los docentes las han tomado como tales, como (si fueran) sagradas, como LAS palabras. Son palabras con aura propia, creadas y mandadas a estas tierras por "el Señor", para que oficien como guías y salvadoras. Nos prometen el cielo, pero nos están hundiendo cada vez más en el mismísimo infierno.
Son palabras "que matan", que seducen, envuelven, atrapan, se apropian de uno y a partir de ese momento ya no se es el mismo. El neoliberalismo, con su discurso, nos ha atrapado, paralizándonos políticamente, mostrándose como la única opción posible. Busca matar el lenguaje de lo público, desarticulándolo, perdiendo así la fuerza política de sus enunciados, y reduciendo sus términos pedagógicos a la lógica de la economía de mercado.
Son palabras "caretas". El discurso reformista es un gran discurso carnavalesco, un desfile sin fin de caretas, de falsas apariencias, donde nada es real, todo es simulación. Por eso es necesario desenmascararlas, y pronto.
El neoliberalismo no utiliza palabras esencialmente distintas de las nociones democráticas e incluso marxistas. Su práctica discursiva constituye una verdadera maraña conceptual desde un punto de vista pedagógico. Arranca del núcleo mismo de las demandas sociales insatisfechas, es decir, se apropian de aquellas palabras que expresan auténticas demandas y las reciclan en una jerga economicista. Las han vaciado de su real significado, y han sido re-llenadas de un no-significado, pero siempre conservando su envoltura original. Y así las hemos recibido, en un paquete con moñito y todo.
Son palabras "que estafan", que nos venden una imagen de una realidad que no es, que no existe. Que nos venden falsas ilusiones, que se aprovechan de la desesperación y de la angustia de la gente, de los docentes. Que se presentan como la panacea que todo lo cura, pero que en realidad nos enferman cada vez más y más.
El hecho de que el discurso pedagógico neoliberal tome sus enunciados de la pedagogía democrática no sólo nos está develando una siniestra operación, sino que también pone de manifiesto que así como las palabras pueden volar en una dirección, con toda su fuerza política y su capacidad performativa, pueden hacerlo en la dirección contraria, y jugarnos en contra. Son "malas" palabras, palabras, palabras...
Daniela CIANCIA
Junio de 2.002
(por la vigencia de estas palabras, parece escrito hoy)